Que razón tenía George Dann cuando abordó uno de los más grandes conceptos hosteleros creados por el hombre, tan importante por accesible y hacedero para el españolito de a pie que disfruta de sus vacaciones con sombrilla, hamaca y crema solar a la orilla del mar: estoy hablando del chiringuito de playa. Un trago de cerveza helada que acompaña unas aceitunas con anchoa y unas patatas fritas de bolsa, sentado en una silla de plástico que anuncia un nuevo refresco sin gas mientras la brisa marina mitiga el calor que previamente ha enrojecido parte de tu espalda, rodeado de amigos que conversan animosamente ocultando sus ojos con gafas de sol negras y a lo lejos una hilera de sombrillas multicolor que marcan el comienzo del mar, de fondo música rítmica y a la altura de los pies, éstos se mueven lentamente realizando movimientos heterogéneos que hacen que la arena recorra y circule entre los dedos como si de un reloj de tal se tratara. Si tuviera que elaborar un "top ten" de las situaciones más placenteras y agradables de nuestra existencia, sin duda, ésta ocuparía uno de esos puestos de privilegio. La hora del aperitivo en un chiringuito de playa es una de esas sensaciones que Carlos Herrera describiría como nadie dentro de su libro "Catálogo de pequeños placeres". Desde este pequeño post, mi humilde reseña descriptiva a modo de homenaje y admiración por el personaje y por el chiringuito.
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2 comentarios:
Y que hay de la paella después del baño de las 13.00?...Ese también es momento para el top-ten.. ;)
Una paella casera en una de las terrazas del paseo marítimo de un pueblo costero, regado con un tinto de verano lleno de hielos, posiblemente se acerque al aperitivo en el chiringuito de playa. Lo que estoy seguro que está dentro de uno de esos "pequeños placeres" que no cuestan demasiado dinero.
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